Nuria Gómez Belart es una persona clave para entender el uso y la divulgación del lenguaje claro en Iberoamérica. Asesora lingüística en el Programa de Lenguaje Claro de la Secretaría Legal y Técnica del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires -con grandes logros como CLAPPI, el Corrector de Lenguaje Administrativo para Políticas Públicas Inclusivas-, Gómez Belart destaca el ahorro económico que supone el lenguaje claro en las Administraciones.
Hay una definición canónica de lenguaje claro pero, para usted, ¿qué es el lenguaje claro para los que no saben qué es el lenguaje claro?
El concepto de lenguaje claro, desde mi perspectiva, se asocia a la virtud de la perspicuidad. En otras palabras, se trata de la capacidad de expresar ideas de manera transparente, directa y fácilmente comprensible para quien recibe el mensaje. La perspicuidad es la cualidad de un discurso que permite la comprensión del contenido sin esfuerzo y sin ambigüedades.
Pensar el lenguaje claro desde este ángulo implica una actitud consciente de la forma en que cada persona expresa sus ideas y presupone la adaptación de las estrategias comunicativas según el perfil del lector. Habitualmente, se dice que una comunicación es clara cuando se transmite con respeto, de forma ordenada, en la que el lector pueda encontrar la información con facilidad, seguir el texto en una sola lectura y comprender plenamente el contenido. Pero también hay que contemplar las estrategias más adecuadas para comunicar de manera respetuosa y adecuada al contexto de la interacción. Dicho de otro modo, presupone vehicular la información de la manera empática y eficaz para esa situación comunicativa específica sin perder de vista las circunstancias —culturales, psicológicas, emocionales—, en las que se encuentra ese lector cuando recibe el mensaje.
¿Cuál es el argumento clave para convencer a una organización de que necesita un plan de lenguaje claro?
Por lo general, lo primero que les planteo a las personas a las que asesoro es que implementar el lenguaje claro una elección en la que se visibiliza al interlocutor en la situación comunicativa. La ciudadanía o los clientes (en el caso de una institución privada), valoran que se los trate con respeto y que la interacción sea fluida. La verdad es que no hay nada que exija la perspicuidad en las comunicaciones, pero, si se implementa un plan de lenguaje claro, se logra una mejor imagen institucional y se garantiza una mayor fidelización de público. Aparte de eso, se ahorra mucho dinero y se reduce el grado de frustración en las personas que trabajan en la parte administrativa de la institución porque no tienen que rehacer ni subsanar tantos trámites.
¿Cuáles son las grandes barreras para la aplicación del lenguaje claro en una organización?
En lo personal, la mayor barrera que encuentro es la subestimación. En una reunión que tuve con una abogada que tiene un cargo jerárquico en la administración pública me preguntó «¿por qué tenemos que derivarte a vos la revisión si lo podemos ver nosotros?”. El ‘nosotros’ se refería un grupo de abogados que no saben nada de análisis del discurso, ni de trato empático o respetuoso, ni de lenguaje claro…. Lamentablemente, no es ni la primera ni será la última vez que escuche este planteo. Hay mucha gente que cree que, por tener completa una carrera universitaria, ya es experta en materia de comunicaciones y que no necesita de ningún tipo de asesoramiento lingüístico.
La barrera de nuestro lado es la ansiedad. Cuando la gente tiene estos gestos de soberbia o cuando nos encontramos con un documento emitido por una institución, nace el impulso de querer cambiar todo de manera drástica y exhaustiva. Calculo que somos varios los que hemos tenido nuestro momento dramático de querer la revolución del lenguaje claro: mis colegas siempre me recuerdan el día en que dije que no iba a parar hasta conseguir el Ministerio de Lenguaje Claro en la Ciudad.
El problema es que implementar un plan de lenguaje claro es un proceso lento, muy lento, porque hay que luchar contra muchas resistencias, hay un tiempo lógico que es el de la naturalización de una práctica nueva… Tengo la suerte de estar en un equipo de trabajo en el que compartimos valores éticos y todos tiramos para el mismo lado, pero no creo que la sinergia se dé con frecuencia en los procesos de implementación del lenguaje claro.
El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires es pionero en la aplicación de estrategias de lenguaje claro. ¿En qué punto está esta experiencia y hacia dónde se dirige?
El Programa de Lenguaje Claro tiene cierto trayecto, pero particularmente los últimos dos años fueron muy vertiginosos en la generación de productos —así llaman a toda materialización: prototipados, el clarificador digital, libros, guías…—. El año pasado (2023) llegamos a la etapa de creación y de implementación. En 2024, estamos en una etapa de expansión, difundiendo y naturalizando las prácticas de la comunicación clara en diferentes ámbitos dentro del Gobierno. También estamos en una etapa de evaluación y mejora de lo que ya desarrollamos, porque todos estos procesos necesitan de una retroalimentación constante.
¿Cuáles son los indicadores para valorar que un plan de lenguaje claro está funcionando entre la población?
Los indicadores nacen de la forma en que se dan las comunicaciones. Cuando la interacción entre la ciudadanía y el Estado es fluida, es evidencia de que la comunicación es eficiente. Creo que la clave está en observar si se reduce el número de quejas, si se acortan los tiempos de cada trámite, si hay menos errores en los procesos, si son más las personas que te piden de implementar el lenguaje claro en su entorno.
Todo lo que hace a las comunicaciones digitales —el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires tiene comunicaciones digitales desde hace más de diez años— permite relevar datos de la interacción. Esos datos también aportan información clave para el rediseño y la actualización de los procesos.
Inteligencia artificial, ¿qué aporta y qué resta en la aplicación de estrategias de lenguaje claro?
En el mundo del lenguaje claro, son relevantes dos tipos de recursos: las herramientas de corrección asistida por computadora (las herramientas CAC) y los clarificadores ya sean de diagnóstico, de marcación, de sugerencia o de reescritura. Es probable que muchos piensen en este tipo de recursos como la salvación o la perdición. La verdad es que son recursos, y como tales no reemplazan el trato humano, pero sí aceleran procesos y, cuando se usan bien, garantizan ciertos resultados.
Creo que estamos viviendo algo similar a lo que pasó con las computadoras personales. Yo era chica, pero me acuerdo del orgullo con el que mi papá y yo hacíamos un listado eterno de instrucciones con la computadora para que una tortuguita se moviera por la pantalla. No sabría decir si algo de todo ese esfuerzo se materializó en algo productivo, pero me parece que fue un trayecto necesario para naturalizar el uso de las computadoras. Paralelamente a eso, era común la visión de la tecnología como amenaza laboral, como pasa en el cuento «La intrusa», de Pedro Orgambide.
¿Qué aceptación tienen los estudios sobre lenguaje claro?
Hay muchas voces respecto de los estudios sobre el lenguaje claro. Creo que la aceptación de este tipo de estudios se mide por la exhaustividad y la seriedad de quien investiga. Me ha tocado leer muchos textos cuyo único aporte es la cita del trabajo ajeno. Entiendo que las compilaciones pueden ser productivas en ciertos entornos y que pueden ser muy útiles para la divulgación de las prácticas de la comunicación clara, pero eso no es un aporte para la comunidad académica o profesional que ya tiene un trayecto recorrido. A lo que voy es, que en la pluralidad de voces y de niveles de investigación, es difícil medir el grado de aceptación que tienen los estudios sobre el lenguaje claro.
¿Cuáles son los próximos pasos o proyectos que tiene planeados en para seguir mejorando la claridad del lenguaje?
Durante el año pasado, con el Programa de Lenguaje Claro de la Secretaría Legal y Técnica del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, desarrollamos un clarificador que reescribe textos de la Administración Pública. Estamos en la etapa de evaluación y ajuste de la aplicación. Es una etapa compleja porque necesitamos que varias personas que trabajan en la Administración Pública usen el sistema para poder analizar posibles errores, problemas de interacción y el grado de asertividad de las respuestas del modelo generativo.
Paralelamente a eso, el 29 de abril se hicieron las primeras juras expresadas con claridad —y con nuestra variante del español, porque el modelo anterior replicaba un modelo instalado en tiempos en los que primaba el criterio de origen y la visión higienista de la lengua—, y este 31 de julio se firman las primeras escrituras públicas claras en el Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El trabajo como asesora para el Gobierno me abre espacios como este para naturalizar las prácticas de la comunicación clara, y la experiencia que estamos adquiriendo me inspira en mi labor docente. Tuve la suerte de crear dos diplomaturas en lenguaje claro, una orientada a textos jurídicos y la otra, en textos jurídico-administrativos para traductores e intérpretes.
Espero que el año que viene tenga la posibilidad de crear más espacios formativos que eleven la propuesta para que más personas puedan naturalizar la claridad y la empatía como valores esenciales en la interacción con los demás.