La redacción de documentos legales ha sido, desde hace siglos, un enigma para la mayoría de las personas que no pertenecen al ámbito jurídico. Textos densos, llenos de tecnicismos, frases interminables y una sintaxis enrevesada han caracterizado las leyes y los contratos, creando una barrera entre la ley y quienes deben cumplirla. Recientemente, un estudio del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) ha arrojado luz sobre esta cuestión, confirmando lo que muchos ya intuían: los documentos legales están redactados de manera intencionadamente difícil de leer. Este estudio no solo revela las razones detrás de esta complejidad, sino que también pone de manifiesto que ni siquiera los propios abogados disfrutan de este estilo tan característico.
Uno de los conceptos clave introducidos por el estudio es la ‘hipótesis del hechizo’. Esta hipótesis plantea que los textos legales, con su estilo arcaico y complicado, se asemejan más a conjuros que a documentos diseñados para ser comprendidos. Este tipo de redacción parece estar concebido para ser enigmático, como si albergara un poder oculto accesible solo a aquellos iniciados en la jerga legal. Al igual que un hechizo, los textos legales suelen estar construidos con un lenguaje impenetrable para la mayoría de la gente, generando una sensación de poder, exclusividad y misterio que refuerza la autoridad de quienes dominan su comprensión.
El estudio del MIT analizó una amplia gama de documentos legales, comparándolos con otros tipos de textos complejos pero no jurídicos, como los académicos. La investigación descubrió que los documentos legales son significativamente más difíciles de leer, no solo para el público general, sino también para los abogados que trabajan con ellos a diario. A pesar de que se podría pensar que esta complejidad es necesaria para la precisión legal, el estudio sugiere que gran parte de esta dificultad es, en realidad, innecesaria. Los textos legales podrían ser redactados de manera más clara y accesible sin perder su rigor técnico, lo que plantea una pregunta ‘¿por qué se ha mantenido este estilo durante tanto tiempo?’.
Una de las razones detrás de esta complejidad podría estar en la tradición y la inercia institucional. Durante siglos, el lenguaje jurídico ha sido una herramienta de poder, reservada para aquellos que han sido formados para comprenderlo. Este lenguaje críptico ha ayudado a mantener una barrera entre los expertos legales y el resto de la sociedad, reforzando la idea de que la ley es algo que debe ser interpretado por especialistas. Sin embargo, el estudio del MIT señala que esta barrera es más un obstáculo que una necesidad. Los propios abogados, según los resultados, prefieren un estilo de redacción más claro y directo, que les permita trabajar de manera más eficiente y comunicar mejor con sus clientes.
El estudio del MIT no solo confirma lo que muchos ya sospechaban, sino que también lanza un desafío a la profesión legal: es hora de revisar y reformar la manera en que se redactan los documentos legales, quizá con lenguaje claro. La ‘hipótesis del hechizo’ pone en evidencia que el estilo enrevesado de estos textos no es una necesidad inherente del derecho, sino una convención que ha persistido por costumbre. Al adoptar un lenguaje más claro y accesible, no solo se facilitaría el trabajo de los abogados, sino que también se democratizaría el acceso a la justicia, permitiendo que más personas comprendan sus derechos y obligaciones sin necesidad de un intérprete legal. Esta transformación, aunque desafiante, podría acercar la ley a la ciudadanía, haciéndola más transparente y menos intimidante para todos.