¿Pueden las palabras evitar conflictos entre países? La respuesta es sí, si están bien elegidas. Así lo demuestra el estudio del profesor Ricardo-María Jiménez-Yáñez, titulado ‘La escritura jurídica de tratados internacionales: claridad, congruencia y corrección’, que defiende que el lenguaje claro no es solo una cuestión de estilo, sino un requisito esencial para la eficacia del Derecho internacional.
Los tratados internacionales -instrumentos clave para regular las relaciones entre Estados-, deben ser redactados con la máxima precisión. Una mala elección de palabras o una estructura ambigua pueden provocar malentendidos, interpretaciones erróneas o incluso disputas diplomáticas. Por eso, el estudio propone un modelo de escritura jurídica basado en tres principios: claridad, congruencia y corrección. Jiménez-Yáñez analiza cómo debe organizarse un tratado para que sea coherente y comprensible. Desde la estructura textual hasta el uso de conectores, la elección de términos técnicos o la puntuación, cada elemento cuenta. Evitar frases innecesarias, preferir la voz activa y utilizar anáforas léxicas adecuadas son algunos de los consejos que ofrece para garantizar una redacción eficaz.
El estudio también plantea una reflexión ética sobre la responsabilidad de quienes redactan textos jurídicos. En contextos internacionales, el acto de redactar con claridad no es solo una virtud comunicativa: es una herramienta para construir acuerdos duraderos y prevenir conflictos.